Reflexión personal apoyada en teorías de la psicología social y de los grupos.

En las últimas semanas, he estado dando vueltas a esta cuestión tan relevante para nuestro colectivo, en qué momento nos resulta positivo etiquetarnos, qué función cumple hacerlo; y en base a mi experiencia vital y fundamentado con algunas teorías de la psicología social, llego a la conclusión de que el hecho de etiquetarnos nos alivia en algunos casos, pero nos limita en otros.

Vivimos en una sociedad tremendamente categorizada y etiquetada, parece ser que necesitamos saber en cada momento qué es lo que somos y qué es lo que son las personas que tenemos delante. ¿Por qué nos cuesta tanto enfrentarnos a conceptos abstractos, que no conocemos y que nos generan incertidumbre? Trataré de hacer un análisis fundamentado.

En mi opinión, las etiquetas nos son realmente útiles en las primeras fases de aceptación de una parte de nuestra identidad.

Cuando alguien descubre, por ejemplo, que su orientación sexual o su color de piel son diferentes a los de la mayoría de las personas que le rodean, o tiene una enfermedad mental, se siente fuera de lugar, solx e incluso rarx. Es entonces cuando comienza una búsqueda incesante de iguales, referentes o modelos a los que aproximarse y compararse, pues necesita respuestas acerca de sus diferencias y sentir un lugar o espacio en el que encajar. En definitiva, necesita para su tranquilidad saber a qué categoría pertenece. Como decía, esto es útil para muchas personas en las primeras fases de aceptación de sus diferencias (por pertenecer a una minoría seguramente estigmatizada), porque genera una especie de alivio y tranquilidad que resulta un lugar donde apoyarse y descansar. Tiene un efecto terapéutico muy positivo.

¿Qué aspectos psicológicos están detrás de este hecho?

Las personas, desde que nacemos, formamos ya parte de grupos; por tanto, la experiencia de ser miembrx de un grupo está presente a lo largo de toda la vida. Pero, además de esta pertenencia “impuesta”, o asignada desde el nacimiento a determinados grupos o categorías sociales, como pueden ser la familia o grupo étnico, lxs individuxs buscamos voluntariamente formar parte de grupos concretos.

Existe una motivación en el ser humano, como especie social que es, a formar vínculos con otros semejantes. Recordemos la famosa frase del filósofo Aristóteles (384-322, a. de C.), “el hombre es un ser social por naturaleza”. La hipótesis de la necesidad de pertenencia (Baumeister y Leary, 1995), sostiene que todo el mundo necesita formar parte de relaciones sociales. La pertenencia tiene fuertes efectos personales y cognitivos, y su falta acarrea serios trastornos en la salud, el bienestar y el funcionamiento de las personas. Uno de esos efectos tiene que ver con la autoestima. Pertenecer a los grupos es tan importante para nosotrxs que cuando existe algún indicio de rechazo o exclusión por parte del grupo, o el valor relacional que tenemos para él ha disminuido, nuestra autoestima baja y buscamos el problema que ha puesto en peligro nuestra pertenencia para corregirlo.

En base a estas premisas y el resultado que estos efectos sociales tienen en nuestra salud mental, cuando un individuo que pertenece a una minoría estigmatizada como es la nuestra, el colectivo LGTBI, y sufre el rechazo por parte de su entorno cercano, es habitual que haga una búsqueda incesante de un grupo con el que conectar, sentirse aceptadx y apoyadx. Es muy positivo para su autoestima que encuentre una red de iguales en la que descansar y compartir; y como psicóloga, siempre voy a aconsejar y orientar a mis pacientes para que busquen esta ayuda externa.

¿Qué motivaciones o necesidades encontramos en esta búsqueda natural del ser humano?

– Necesidad de apego: El grupo supone un gran potencial a nivel de protección y de resolución de problemas importantes para la supervivencia.

– Necesidad de mantener nuestra propia independencia y nuestra distintividad como individuxs: Ciertas personas pueden buscar la pertenencia a ciertos grupos precisamente para conseguir una mayor distintividad con respecto al común de los mortales, como ocurre en el caso de, por ejemplo, lxs punkies o la jet set. (Brewer, 1991).

– Necesidad de dar sentido a uno mismo y a la relación con los demás: La teoría de incertidumbre-identidad (Hogg, 2007, 2015), defiende que la pertenencia a grupos sirve para combatir el sentimiento de incertidumbre de lxs individuxs acerca de quienes son y cómo eso se refleja en sus actitudes y conductas. Esta teoría, asociada a la perspectiva de la Categorización del Yo (Turner, Hogg, Oakes, Reicher y Wetherell, 1987), propone que interiorizar el prototipo del grupo contribuye a la autodefinición de lxs individuxs.

Las etiquetas también son positivas, para algunas personas, porque les permiten unirse a grupos activistas, reivindicativos y que luchan por sus derechos. Ocurre por ejemplo en el caso de lesbianas feministas, unidas por un doble motivo la defensa de la mujer y su condición sexual de lesbianas. Estos grupos de fuerza cumplen una función de resiliencia y empoderamiento, así como, de apoyo social y emocional. Por ello, es probable que para quienes se unen a grupos activistas que luchan por sus derechos, estas etiquetas les sirvan durante periodos vitales más largos.

Ahora bien, una vez superado el proceso de aceptación de nuestra orientación sexual, identidad sexual, nuestra raza o tener una enfermedad mental, en muchos casos, categorizarse deja de ser útil. Estas etiquetas, han cumplido su función y podemos elegir si queremos despojarnos de ellas. Me atrevería a decir, que, de una manera natural, éstas dejan de cobrar fuerza en nuestra cognición, conducta y emociones porque la persona se siente empoderada y cuenta con autoapoyo; descubre que su identidad es mucho más que una etiqueta concreta y entonces puede liberarse de ella, de una manera despreocupada.

Las etiquetas tienen un efecto rígido y limitante, en muchas ocasiones. Se me ocurre, por ejemplo, que aquella persona que busca descubrir quién es porque hay un aspecto de su identidad que es diferente a la mayoría de la población, puede encontrarse en el mundo externo modelos o referentes con los que tampoco se sienta identificada y este aspecto ser una fuente de estrés aún mayor. Y es que las etiquetas son como un paraguas bajo el cual se recogen todas las creencias, introyectos, mandatos internos y prejuicios asociados a ellas. En el caso de grupos estigmatizados y rechazados, estas suelen tener una connotación negativa que infravalora a lxs individuxs que pertenecen al mismo. Tenemos que ser hábiles para contrastarlas, ponerlas en duda y poner conciencia en ellas.

En las primeras fases del proceso de aceptación, las personas nos podemos sentir vulnerables, perdidas, poco empoderadas y con una autoestima muy baja; y es en estos casos, cuando las etiquetas bajo las cuales están estos prejuicios y estereotipos nos dañan; porque estas ideas negativas, las llevamos incorporadas desde edades muy tempranas y en la mayor parte de los casos no somos conscientes de ellas. Los prejuicios asociados a las etiquetas son los que alimentan la LGTBI fobia y LGTBI fobia interiorizada. Poner en cuestión estas creencias, darnos cuenta de que existen, de su connotación negativa; se puede hacer a través un trabajo terapéutico que ayudará al sujeto a salir al mundo con más fuerza, más seguridad, más libre y empoderado.

¿Qué son los prejuicios y estereotipos? ¿de qué manera nos afectan?

El prejuicio es actitud hostil o negativa hacia un grupo visible basada en generalizaciones derivadas de información imperfecta o incompleta. Por ejemplo, asocio la etiqueta lesbiana a un comportamiento o expresión de género masculina.

La sensación de indefensión e impotencia, que sufren lxs miembrxs de colectivos desfavorecidos, lleva casi inevitablemente a una disminución de la propia estima, proceso que comienza ya en la primera infancia. Kenneth y Mamie Clark demostraron que lxs niñxs negrxs, algunos de lxs cuales solo tenían tres años, ya estaban convencidos de que ser negrxs no era algo bueno; rechazaban lxs muñecxs negrxs por considerar más bonitxs y en general superiores a los blancxs. Clark y Clark, Philip Goldberg en un experimento demostraron que a las mujeres se les enseña a considerarse intelectualmente inferiores al hombre. Este es el legado que nos deja una sociedad con prejuicios.

El estereotipo es el resultado de asignar características idénticas a cualquier persona de un grupo, sin considerar las diferencias individuales que se dan entre los miembros de ese grupo. Desde muy pequeños aprendemos a asignar esas características idénticas.

Estereotipar no constituye un acto abusivo intencional, con frecuencia es sólo una forma de simplificar nuestra visión del mundo. La mayor parte de la gente tiene una determinada imagen en la mente cuando oye las etiquetas “lesbiana”, “transexual”, “bisexual”, etc. Si el estereotipo está basado en la experiencia y es bastante preciso, puede ser una forma sencilla y adaptativa para tratar con sucesos complejos; pero si nos impide ver las diferencias individuales dentro de un grupo de personas, resulta poco adaptativo y potencialmente peligroso.

En conclusión, cuatro ideas fundamentales. Buscar la aproximación a grupos a los que vincularnos, puede tener unos efectos muy beneficiosos para la salud mental en las primeras fases de aceptación de las diferencias con respecto al grupo mayoritario. Las etiquetas aquí ayudan para la construcción de la identidad de lxs individuxs que se sienten perdidxs, que buscan una referencia a la que aproximarse para compararse y saber quiénes son. También resultan beneficiosas en aquellos casos que sirven para vincularnos a grupos activistas a través de los cuales luchamos por un objetivo común, esto genera un sentimiento de pertenencia muy saludable y en muchos casos da sentido a las vidas de muchas personas. Las etiquetas nos dañan en casos en los que la persona no se siente identificada, esto puede generar un estado de gran desconcierto y soledad para ellas. Y finalmente, pueden ser muy limitantes por las creencias negativas asociadas que tenemos nosotrxs y la sociedad tiene; estas son la fuente de la fobia y odio a nuestro colectivo.