Una noche, disfrutando de una soledad elegida, venían a mi cabeza estos pensamientos que me gustaría compartir con vosotrxs.

Se me ocurrió una metáfora visual, que me ayuda a comprender cómo ha sido y está siendo mi proceso de aceptación de las diferentes identidades que me componen.

La mandarina es un ejemplo de la integración de todos sus gajos en un todo.

¿Alguna vez has visto una mandarina exactamente igual a otra?

Entiendo cada uno de sus gajos como cada una de las identidades que me construyen y conforman en la persona que soy.

En base a mi experiencia, puedo decir, que hasta que no he aceptado el gajo de la orientación sexoafectiva y género; no he sido capaz de integrar de manera pacífica el resto de identidades que me componen.

He ido descubriendo quien soy con el tiempo, tiempo…si tiempo. Ahora que ha pasado, tras mucho trabajo personal y escucha interna; siento una explosión que se debe a la toma de conciencia y honestidad conmigo misma.

Siento que estoy reconciliándome con todas mis partes negadas, revisándolas y validándolas una a una. Y este trabajo de aceptación tiene un impacto poderoso en mi autoestima y mi manera de mostrarme tal como soy al mundo.

Algunas de mis identidades, creadas en mi infancia o adolescencia con la intención de protegerme o como estrategia de socialización, las he desechado; pues ya no quiero ser más eso y ya no me sirven a día de hoy. Otras, las he recuperado y admitido.

Me hallo, puliendo las vías que me llevan a la coherencia con lo que soy y siento, actuar en consecuencia y con orgullo.

¿Cómo ha sido en tu caso? Cuéntamelo.